LA LEONCITA LITA Y SU
MARAVILLOSO VIAJE.
Erase una vez, un noche
con estrellas, la Leoncita Lita fue a dormir y cayó en un profuuuuundo sueño,
que la llevo a un mágico mundo.
Cuando en el sueño vio
un caminito de color verde, rodeado de árboles con muchos tipos de fruta, se
levantó y se marchó a la aventura. Este era un mundo nuevo y tenía que
investigarlo.
Mientras paseaba
mirando las manzanas verdes, los plátanos amarillos, el melocotón naranja, las
cerezas rojas y muchas frutas más… oyó
un ruido detrás de los arbustos, se giró curiosa y entonces vio que algo verde
sobresalía de ellos y preguntó:
-
¿Quién eres? ¿Qué haces detrás de los
arbustos?
-
Soy la Lechuga Tuga y estoy perdida,
¿puedo ir contigo?
-
Bueno, vale – dijo no muy convencida la
Leoncita Lita, ya que a ella no le gustaba la lechuga, pero no quería dejarla
sola.
Así las dos se
encaminaron hasta ver a los lejos una montaña blanca como la leche. Pero para
poder ir a investigar esa misteriosa montaña tenían que seguir por un camino
amarillo.
Mientras iban andando
la Leoncita Lita pisó algo pastoso y al segundo siguiente oyó:
-
¡Ay, que daño!
-
¡Uy!, perdona – dijo la Leoncita Lita –
no te había visto.
-
¿Estás bien? ¿Cómo te llamas? – le
preguntó la Lechuga Tuga
-
Sí estoy bien, gracias, soy el Quesito
Mancheguito, ¿a dónde os dirigís?
-
A la montaña blanca que está allí a lo
lejos – respondió la Leoncita Lita.
-
Yo también me dirigía hacía allí pero
estaba taaaan cansado que me dormí en medio del camino – explicó el Quesito
Mancheguito - ¿Puedo acompañaros?
La Leoncita Lita se lo
pensó un poco por que el Queso tampoco le gustaba mucho pero como la Lechuga
Tuga insistió pues al final todos fueron juntos hacia su próximo destino: La
Montaña Blanca.
Poco después llegaron,
y vieron una preciooooosaaa cascada blanca, cómo nunca habían visto nada
semejante se acercaron a curiosear, y
vieron que en la orilla del lago de la cascada había un bote de plástico, pero
menudo susto cuando fueron a cogerlo, el bote se empezó a reír a carcajadas:
-
¡Eh! Me haces cosquillas – La Leoncita,
sobresaltada, soltó rápidamente el bote de nuevo al lago - ¡Ah! Ahora me has
hecho daño.
-
Vaya, lo siento mucho – respondió
preocupada.
-
¿Qué hacías ahí? – Preguntó la Lechuga
Tuga mientras el bote salía del lago y se sacudía las gotitas que le quedaban.
-
¿Cómo te llamas? – preguntó Quesito
Mancheguito con curiosidad.
-
Pues soy Acti, de la familia Mel de los
Lácteos – dijo orgulloso.
-
Qué casualidad – dijo Quesito
Mancheguito – yo también soy de la familia de los Lácteos. Debemos ser primos –
saltaba feliz Mancheguito.
-
Que ilusión - dijo Acti – Pues ya que
estáis aquí, os invito a beber de esta deliciosa leche, así recuperaréis
fuerzas.
Todos bebieron un
poquito, y se sintieron mucho mejor, sus fuerzas para seguir su viaje con su
nuevo amigo estaban renovadas.
Pasada la cascada de
leche siguieron por un caminito de piedras de color rojo, que les llevo a una
zona llena de agujeros.
-
Vaya esto tiene más agujeros que algunos
de mis primos – bromeó Quesito Mancheguito.
-
Se llaman Cráteres – les explicó
Leoncita Lita – son agujeros que echan vapor muy caliente, así que tenéis que
tener cuidado. Todos asintieron y se juntaron para sentirse más protegidos.
Y dicho y hecho, un
cráter tras otro empezó a erupcionar. Pero no echaba vapor, como había dicho
Leoncita Lita, sino trozos de carne, garbanzos y lentejas. Leoncita Lita,
Lechuga Tuga, Quesito Mancheguito y Acti estaban fascinados, y nada más paró
todo el temblor empezaron a hablar con todos los que habían salido de los
cráteres.
Leoncita Lita hizo
especial relación con Cacho, un trozo de carne muy grande, y por eso le pidió que la acompañara a ella y a
sus amigos.
Leoncita Lita y los
demás se despidieron de las demás legumbres (los garbancitos y lentejitas) y también
de las carnes que los despidieron con alegría.
Volvieron a encauzarse
en su aventura pero tal fue su sorpresa cuando descubrieron que ya no había más
caminos, sino una mesa muy larga con un mantel con los colores del arcoíris (el
rojo, amarillo, naranja, verde, azul, añil y violeta), realmente era un mantel
precioso, pensaban todos.
Leoncita Lita les
invitó a sentarse con ella en la mesa. Pero en la mesa no había más que un
plato, un vaso y unos cubiertos.
-
¿Y qué voy a comer? Yo tengo hambre – se
quejaba Leoncita Lita.
-
Yo puedo darte algunas de mis hojas más
bonitas y frescas– le ofreció Lechuga Tuga mientras la dejaba en su plato.
-
Yo te ofrezco un trocito de queso para
acompañar – dijo Quesito Mancheguito.
-
Yo te doy un buen filete - dijo con orgullo Cacho.
-
Y para que no te atragantes traigo leche
y un yogurt para el postre – solucionó Acti de buena gana.
La Leoncita Lita no
sabía que comer primero, porque al principio no le gustaba ni la lechuga ni el
queso, pero se había dado cuenta de que se lo había pasado muy bien en su viaje
con ellos.
Primero se comió
tooooda la lechuga con trocitos del queso que le había dado su amigo con el
tenedor que había en la mesa, y descubrió que le encantaba el sabor que tenía.
Cuando terminó, se zampó el filete de una sentada cortando los trocitos con el
cuchillo, y bebiendo un poco de leche
para no atragantarse.
Y para terminar el rico
yogurt de fresa que le había traído Acti, que estaba realmente delicioso, y
utilizó la cuchara que había en la mesa
para comérselo.
Estaba llena y feliz,
había descubierto sabores nuevos y había hecho nuevos amigos. Entonces empezó a
entrarle muuuucho sueño y junto a sus amigos se echó en la hierba y se quedó
dormida.
Cuando despertó volvía
a estar en su cama, sus amigos ya no estaban a su lado, pero siempre estarían
con ella cuando fuera la hora de comer y por ello, colorín colorado, este
cuento…. (Dejar que acaben los niños, en caso negativo terminar (se ha
acabado))
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